Hoy voy a escribir un post sobre moda. A pesar de haber dejado un poco en el olvido aquello de "My look today", que espero retomar en breve. Y a pesar de no considerarme para nada una entendida ni ser reconocida por mi audacia a la hora de vestir. Por eso, aunque sea un pseudopost de moda, permitidme que se lo dedique a ciertos personajes que habitan en mi armario desde hace, en algunos casos, muuuuucho tiempo.
Será una "Retrospectiva", como las llaman en algunos museos importantes cuando en verano tienen pocas cosas que mostrar.
¿Estáis ansiosas por saber de qué se trata, y por que me calle de una puñetera vez? Bien, me alegro.
Os presento parte de la colección de zapatos que tengo guardados en casa, que compré una vez en un ataque de compras compulsivas, de necesidad, de "séquenopodréconellosperoquébonitosson". Salones, stilettos, sandalias y otros especímenes zapatiles que duermen en cajas, esperando una oportunidad que nunca llega. Y cada uno por diferentes motivos.
Este es mi homenaje a cada uno de ellos. No sabéis lo contentos que se pusieron cuando los saqué de sus cajas, vieron la luz, los puse en mis pies y además me hice las fotos con ellos. Se sintieron protagonistas otra vez (la anterior había sido cuando los maldije al llevarlos por última vez). Aunque volvieron a llorar al volver a su rincón. En el fondo me dan mucha pena. Porque un zapato hay que comprarlo para usarlo, para sacarlo a la calle, para que sea admirado. Si no, es mejor dejarlo en la tienda con sus amigos.
¿Chulas, eh? Son unas sandalias de Primark con todo el estilo Balmain que pegó tanto hace unos tres años. Las vi y me enamoré. Y sólo costaban 17€. Como para no llevárselas. Además, tienen una pequeña plataforma, que las hace más cómodas. Pero aún así son muy altas para llevarlas toda la noche. Las prefiero en invierno con medias tupidas, por cierto. Y Patricia Conde sacó hace unos años unas muy parecidas en un photocall (seguro que las de ella eran de las buenas). Me las he puesto tres veces, literalemente.
Estas sandalias eran parte de un uniforme de azafatas de Marlboro de hace como 9 años. Bonitas, sí, incómodas, también. Sobretodo para estar muchas horas de pie. Además, tengo yo un nosequé con los zapatos blancos que no me termina de convencer. Aunque siendo de tiras canten menos que unos salones o unas botas (¡horror!).
Otras sandalias que me enamoraron en la tienda y a cuyo tacón no hice caso al probármelas. Elegantes, y orginales porque llevan una cremallera detrás. Pero con la suela demasiado fina y unas tiras que, en cuanto se te hinche un poco el pie, te lo estrangulan (¿no veis mi pie izquierdo con ellas ya clavaditas, y me las acababa de poner?). Por cierto, he llegado a la conclusión de que tengo los empeines muy altos, no sé si por mis años de gimnasia rítmica, y eso no me ayuda nada al llevar zapatos de tacón.
Unos salones que me gustaron mucho cuando los vi en MaryPaz. Elegantes, relativamente bajos, perfectos para ir a trabajar, o para ir más arreglada un día al salir. Y baratos. Además, son beige aunque en la foto se vean blancos. Lo tenían todo. Salvo que son un 38 y el pie izquierdo no me cabe apenas. Es lo malo de tener tanta diferencia de tamaño entre un pie y otro (casi, casi, un número). Si el pie izquierdo me está bien, el derecho se me sale. Y no tenían un 39 pero yo los quería sí o sí. Se juntaron el hambre con las ganas de comer. Y en la caja están.
Estos me encantan. Otro amor a primera vista, en Zara en este caso. Dudé en comprarlos por lo altos que son, pero después de una encuesta en mi anterior blog, cayeron. Además, al ponértelos en la tienda piensas que con esa plataforma son bastante cómodos. Pero no tienes en cuenta que los zapatos que hacen en "ca' Amancio" son más duros que la mollera de una servidora, y que además el apoyo de la suela brilla por su ausencia. La última vez que me los puse, hace dos años, fue dando un paseo por La Latina. Sujeta del brazo de mi acompañante para no descojonciarme, claro. Pero son taaaaaan bonitos...
El Corte Inglés, hace cinco años. La menda paseando para entretenerse (no hay nada peor). Un cajón de esos con un cartel de chollo. Zapatos a 9,99€. Cayeron, cómo no. Para ponérmelos dos veces, y contadas. El tacón no es muy alto, pero se me han deformado y están torcidos. Además, me están grandes. Vamos, que lo tienen to'.
A estos zapatos les tengo un cariño especial porque me los compré para mi graduación de la Universidad, hace 9 años. Me compré un vestido amarillo-dorado de Antonio Pernas y necesitaba unos zapatos acordes a la ocasión. Y en aquel momento lo de llevar los complementos en contraste como que no se llevaba, así que dorados que cayeron también los zapatos. Y no veáis lo que me costó encontrarlos. Son de Menbur, marca que ahora está muuuuuy de moda pero que en aquel entonces era conocida sólo en Granada. Cómodos, además, pero con el strass no muy fáciles de llevar o de combinar salvo para alguna que otra boda. Aparte de que el modelo en sí está un poco anticuado ya. Eso sí, este sábado usé el bolso (perdón, clutch, que ahora se llaman así), como estrella de un total black look.
MaryPaz, verano del 2010. Una servidora con trabajo nuevo. Y muchas ganas de estrenar looks de oficina. La combinación perfecta para comprarte unos zapatos bonitos en apariencia pero mal hechos con avaricia. La zona donde apoyas el pie tiene una especie de plantilla que se ha despegado y se clava en la planta del pie que da gusto. Y no se la puedo quitar porque me cargo el zapato del todo. Aunque, ahora que lo pienso, para tenerlos guardados, casi mejor que lo intento y si no los tiro, ¿no? Me los he puesto UNA vez.
Y otra estrella de mi armario zapatil. Unas cuñas de Blanco que me encantaron al verlas (yo es que adoro las cuñas, porque son lo único que aguanto para ir alta). Altas, pero cómodas. Muy veraniegas. Blancas, pero bonitas al llevar la cuña en mimbre. Que además marcaban, o eso me pareció, 15,99€. Cuando fui a pagarlas resulta que no, que eran 29,99€. Ya me jodió, y debí haberle hecho caso a mi Rosa cabrona interior, que decía "no te las lleves, que estos mamones han puesto el cartel cerca para engancharte y que al final te las lleves por más dinero, no te las lleves, no te las lleves...". La callé de un guantazo imaginario. E hice mal, porque resulta que, cuando andas con ellas, se te salen. Irremediablemente. Por mucho que les aprietes la tira. Les puse una gomita, muy hacendosa yo, que no sirve pa'ná. Tres puestas.
¿Qué os parece? Seguro que en casa tenéis zapatos olvidados, como yo. ¿Cuál es vuestra historia? Otro día la hago igual, pero de ropa. Vestidos, tops, pantalones... Será divertido probársela de nuevo.