Domingo. Día de descanso por excelencia. Ése en el que hacer lo que te apetezca. O no hacer nada.
Mi domingo ideal es ése en el que te levantas relativamente temprano pero descansada. Haces deporte (salir a correr un día así por la mañana temprano es una gozada, porque no hay nadie en la calle), y vuelves a casa con la buena sensación del trabajo hecho. Te das una ducha tranquila, en la que tienes tiempo para exfoliarte, ponerte mascarilla en el pelo (y dejarla actuar el tiempo que realmente necesita), y darte ese gel especial que hace mucha espuma y tiene un olor delicioso y relajante. Te pones mucha crema en el cuerpo, dejas que tu pelo (muy suave y oliendo maravillosamente) se seque al aire, y la piel del rostro la tienes radiante por la mascarilla, el descanso y el deporte. Te pones ropa de estar en casa, muy cómoda pero muy bonita (nada de chándals, por favor, ni de pijamas del año de la polka ni de dibujitos ñoños). Te preparas un desayuno delicioso pero muy sano, con fruta, tostadas, té, y galletas de chocolate (que también son sanas, os lo digo yo...), y lo disfrutas leyendo la prensa o las revistas de moda que se te acumulan a lo largo de la semana. Después, te vistes y te vas a dar un paseo al solecito del invierno, y tomas el vermú (o mejor, el brunch) en un sitio precioso. Después, un cine. Y vuelta a casa, a leer en el sofá con una mantita un rato antes de hacer la cena.
Mola, ¿eh? ¿A que es un buen plan? Pues mis domingos no son así. Vamos, que no se parecen una p*ta mierda a eso…
Porque una se acuesta a las 6 de la mañana como mínimo después de cerrar Suite, y aunque quiera levantarse medio pronto, le dan las 12 de la mañana pero aún así se levanta como un zombi, y ni deporte, ni desayuno ni leches en vinagre. Y el único paseo que doy es el que tengo de la cama al sofá, y del sofá a la cama. Bueno, y del sofá a la cocina a preparar pasta fresca (que no tenga que cocinarla mucho) para comer.
Y podría tener la tarde para al menos leer o ver una peli (vaaaaaale, o hacer deporte…), pero estamos tan cansados que no nos queda más remedio que echarnos una siesta (más de una película nos hemos dejado a medias por quedarnos dormidos aún sin querer), y cuando nos despertamos hay que poner lavadoras, o limpiar un poco (siempre hay alguna pelusa que rueda por el suelo como en el oeste, y eso que la señora de la limpieza viene los viernes)…
Con lo cual, el único capricho que me queda los domingos, ya que cuando me levanto no es hora de desayunar y aún es muy pronto para comer, es meterme en el baño a dedicarme un rato de potingueo. Es lo que hice ayer. Empecé lavándome la cara con el jabón de rosa mosqueta y té verde que me compré en La Jabonería Galesa (que ahora se llama El perro flauta y la verdad es que no le encuentro relación…), y que es para las pieles grasas. Luego, un poco de exfoliante que me hice machacando dos aspirinas con un poco de agua. Y terminé con agua fría para despertar la piel. Tónico de agua de rosas de la farmacia (a 5€ el medio litro, sale genial de precio y es buenísimo; aunque no es el de Carla Bulgaria, que ése sí que me encanta), y crema antiedad de las miles de muestras que tengo ahí muertas de risa para compensar la falta de sueño. Ayer tocó Retinology, de Lancaster, que me dejó la piel bastante bien porque además tiene efecto lifting.
Luego, duchita rápida, crema corporal para pieles secas de Be+, agua de Colonia de Álvarez Gómez y crema de manos de rosa que venían con la cajita de GlossyBox de este mes (genial, por cierto, y cómo me encanta la emoción de que me llegue la cajita y abrirla sin saber qué traerá…). Y en el pelo, una coleta alta y en las puntas el reparador de puntas intensivo de Deliplus.
Vamos, que las ojeras y el cansancio seguían siendo los mismos que cualquier domingo de los míos, pero al menos salí del baño como si hubiera dormido dos horitas más…
Estos momentos de spa en casa, son maravillosos y necesarios de vez en cuando, así que os los recomiendo. Como veis, no necesitáis muchas cosas ni mucho tiempo. Y dinero menos aún (siempre tendremos en la despensa aceite de oliva, azúcar, sal, mantequilla y alguna fruta con la que hacernos mascarillas y demás remedios naturales).