Ha llegado. La pregunta que mucho tiempo he pensado que escucharía. Y no es la de “¿Quieres casarte conmigo?” (no pierdo la esperanza, tampoco). Es LA PREGUNTA:
“¿Qué leches te estás echando ahora?”
Me la hizo la otra noche, mientras me ponía el reparador de puntas abiertas de Deliplus (buenísimo, y huele genial) sentada en el sofá y viendo la tele. Se lo expliqué. Y le pregunté si pensaba que me ponía demasiadas cremas. No dudó. “Sí”. Pero. PERO. No me suelen gustar los “pero” pero esta vez sí. “Pero si a ti te gusta, y te ayudan a verte bien, genial”. Vale. Aunque lo de “si a ti te gusta…” me suena a “vas hecho un adefesio, pero si a ti te gusta y no vas a mi lado avergonzándome, pues bueno”.
“¿Qué leches te estás echando ahora?”
Me la hizo la otra noche, mientras me ponía el reparador de puntas abiertas de Deliplus (buenísimo, y huele genial) sentada en el sofá y viendo la tele. Se lo expliqué. Y le pregunté si pensaba que me ponía demasiadas cremas. No dudó. “Sí”. Pero. PERO. No me suelen gustar los “pero” pero esta vez sí. “Pero si a ti te gusta, y te ayudan a verte bien, genial”. Vale. Aunque lo de “si a ti te gusta…” me suena a “vas hecho un adefesio, pero si a ti te gusta y no vas a mi lado avergonzándome, pues bueno”.